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Sostiene Pereira

Por: Jenny Muñoz





“Fue a su estudio y se sentó ante la máquina de escribir. Escribió como título: Asesinato de un periodista… “






Dicen que cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las decisiones drásticas son las más seguras. Quizá la de Pereira no fue una decisión drástica, lo suficientemente radical como para cambiar del todo las condiciones de la sociedad en la que vivía, pero fue determinante y audaz.
Tomó la decisión, ese es el punto sobre el que quiero reflexionar, porque Pereira no era cualquier individuo. Era un periodista, y a pesar de ello era un hombre indiferente y pasivo.

Pero, por qué actúa así el ser humano, por qué en muchas ocasiones permanecemos estáticos y nos alineamos a una postura. Probablemente porque situarnos en una zona de confort es muy sencillo, nos permite cómodamente evitar problemas y conflictos con los demás, incluso otros peligros. La apatía, la indiferencia, y la pasividad son también parte de las actitudes que adoptamos para mantenernos y continuar en la vida.
No somos los únicos, y aunque la supervivencia es parte de la naturaleza del ser humano, buscamos vivir en armonía con los demás a través de un contrato social. Y al pertenecer a una sociedad adoptamos y compartimos sus sistemas y códigos; el lenguaje, la cultura, la ideología, la moral, las tradiciones, y todo aquello que nos permita vivir en concordia.
Sin embargo, existen momentos en los que la convivencia social es modificada por intereses diferentes a los originales, se establecen condiciones que no se cuestionan y con las que la sociedad termina familiarizándose. Pereira vive en esta situación, la sociedad portuguesa de la década de los años 30 vive en una falsa paz sembrada por un régimen totalitario. Una realidad aislada del resto del mundo, parcializada.
Una sociedad en la que los individuos, incluyendo al propio Pereira, han aprendido la dinámica y reglas del juego y nunca se cuestionan lo que sucede a su alrededor. Sólo saben que forman parte de un engranaje social, asumen un rol y lo cumplen puntualmente. Se han adaptado y aceptado su entorno.
Son muchos los factores que en algún momento pueden llevarnos a perder la noción de la realidad, principalmente factores emocionales, que conjugados con agentes sociales nos orillan a la inactividad. En el caso de Pereira es claro que su situación emocional, su disposición psicológico-mental, aceleraron esa adaptación en el medio, a un enajenamiento con su realidad. A una represión de su personalidad.
Pereira permaneció extraviado dentro de sí, ensimismado por su desorientación social; despreocupado por la situación política. No quería saber nada de lo que estaba ocurriendo en su país o en el mundo, no criticaba ni defendía al régimen, sencillamente hacia lo que el gobierno totalitario le pedía que hiciera: no pienses, no opines, y rechaza lo diferente.
Por ello opuso resistencia ante las ideas nuevas de Monteiro Rossi, porque le preocupaba romper con la moral de la época, transgredirla; se oponía ante las iniciativas que se oponían a sus condiciones existentes, que amenazaban su status quo.
No obstante, la reflexión siempre llevó a Pereira a una incomodidad, a la inquietud, a la duda sobre si estaba haciendo lo correcto. Y aunque él mismo no sabía responderse qué era lo correcto, qué era lo verdadero, sabía que algo no estaba bien. Su percepción de la sociedad comienza a cambiar con la llegada de este joven idealista; sus ideas políticas, su salud, su percepción de la vida. La percepción de su postura como periodista.
Su labor periodística, Pereira había olvidado las implicaciones de su labor periodística. Se había convertido en un traductor, en un compilador de cuentos que evitaba en lo mayor posible conflictos con la censura. Evitaba ir en contra de aquellos que defendían “la moral y las buenas costumbres”, aquellos que revisaban las publicaciones y fiscalizaban procurando defender y proteger permanente al régimen.
Un régimen que buscaba no solo acallar, sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas. El adoctrinamiento y el dominio en las mentalidades era abierto, Pereira sabía que no había cabida para la oposición política, para actos y manifestaciones de la libre expresión. Respetaba eso, conscientemente, pero inconscientemente él estaba manifestando ya su inconformidad con el régimen al preferir y publicar, la mayoría de las veces, cuentos de autores galos.
En este punto es fácil cuestionarse por qué Pereira no hacía algo más si tenía el medio a su alcance, podía ingeniárselas y publicar textos con otras características; pero para algunos autores, como Vargas Llosa, publicar textos de Maupassant, Mouriac, y Daudet, una acción inofensiva aparentemente, podía tener una trascendencia insospechada para los inexpertos que no comprendían la capacidad subversiva que podía tener esos textos.
Pereira seguía siendo un periodista, aunque es complicado concebir a un periodista oscuro, sin vida social, desinformado, estático y rutinario. Quizá nunca se había comprometido totalmente con su labor periodística, pero pudo concebir a la literatura como un medio de expresión, y a través de este Pereira daba un mensaje a sus lectores. No era miedo lo que limitaba a Pereira, era sólo su conciencia dormida.
Sin duda, la muerte de Rossi fue para Pereira un acto de injusticia humana injustificable. Presenciar el crimen lo hizo enfrentarse a una situación en la tuvo que aceptar lo que durante mucho tiempo había evadido: la realidad del sistema asfixiante, la opresiva coerción y la crueldad, su apatía e indiferencia.
Pereira vivía inmerso en un medio que lo había extraviado. Una sociedad que lo había separado de su personalidad y controlando; anulando su libre albedrío, haciéndolo dependiente de lo dictado por otras personas (su Director, el sacerdote, el médico), pero había despertado del letargo para tomar una decisión categórica, no sólo periodística, sino ética.
Denunciar, hacer público un crimen, tomar la decisión e ir más allá. Redactar una declaración y asumir una responsabilidad que tiene que ver con su compromiso personal y social. Dejar atrás la contradicción del periodista pasivo, recuperar sus valores, y asumir una postura crítica e informativa.
Es posible que, al no tener nada qué perder, Pereira sólo realizó un acto heroico para reivindicarse, pero una decisión que desemboca en un acto periodístico (y ético) es algo más complejo. Es un acto de autoafirmación que no está comprometido con la con el entorno o con intereses impertinentes, sino con uno mismo.
La labor periodística implica un compromiso social, que sobrepasa los intereses individuales y promueve la solidaridad, es una tarea que tiene como propósito, fundamentalmente, la difusión de ideas o acontecimientos, y en muchos casos, coadyuvar en la búsqueda de justicia.
Pereira recobró sus valores, recuperó su razón de ser, su autonomía, e informó sobre un hecho periodístico de trascendencia social. Denunció los abusos Régimen. Lo hizo de forma clandestina, como muchos periodistas tienen que hacer su labor; sin la gratificación que conlleva el reconocimiento a la tarea efectuada. Porque la función sustancial del periodista es de informar.
Esa la larga reflexión que ocupó a Pereira durante los últimos días había llegado a una conclusión. Todavía quedaba en Pereira dignidad, libertad, fuerza de voluntad. Y aunque es difícil definir lo que puede ser un acto ético, tanto en el periodismo como en otros aspectos, es claro que el hombre, en este caso el periodista tiene la responsabilidad de actuar con la mayor integridad y honradez.
Pereira cumplió con el propósito fundamental del periodista, satisfacer el derecho de la sociedad a recibir información. Pero, de acuerdo con Diana Cazaux, la labor del periodista no se limita a escribir simplemente para el consumo de otros; escribe para autoexpresarse, y pone su persona y todo su ser en su actividad periodística.
Pereira no sólo denunció un hecho, sino que expresó lo que de alguna forma había reprimido. Subrayando que lo que comunica el periodista es, de una manera muy real lo que él es en realidad. Así que lo que llega a publicar en algún momento puede afectar sus actividades, las creencias en otros, y de una manera muy real la esencia misma de su propia vida.
En este sentido, considero que la decisión que toma Pereira al sentarse, redactar una denuncia y conseguir que se publicara fue un acto digno del verdadero periodismo. Alejado del los intereses y e intereses predominantes, un acto surgido de la libertad, encaminado a la realización de lo correcto, de lo justo.
Porque considero que la actividad periodística, sobre todo la que se orienta a través de la ética, nos impulsa a seguir buscando nuestra verdad para descubrir nuestra esencia y saber distinguirnos en el remolino de la cotidianeidad.
Aspiramos a llevar una conducta ética porque lo único que no queremos es mostrarle al mundo conductas reprochables, aspiramos a tomar buenas decisiones para nuestra vida para no estar inconformes con nosotros mismos. Supondríamos así que nuestra única certeza sería ser congruentes entre el ser, el decir y el hacer.










Fuentes:

- Tabucchi, Antonio, Sostiene Pereira: una declaración. Ed. Anagrama. Barcelona, 1995. 182 p.

- Vargas Llosa, Mario. Héroe sin cualidades. Letras Libres
http://www.letraslibres.com/index.php?art=6275

- Diana Cazaux, Sociedad civil, Ética y periodismo científico, Razón y Palabra.
http://www.razonypalabra.org.mx/periodismocientifico/dcasaux3.html

- Celso Almuiña, Análisis propagandístico entre los modelos propagandísticos de los regímenes Salazarista y Franquista. Universidad de Valladolid,
http://cepese.up.pt/pdf/8actas.pdf#page=44






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