POR: JENNY MUÑOZ
Estaba decidida, iría a cubrir una guardia con el H. Cuerpo de Bomberos de Ixtapaluca. Siempre quise hacerlo, quería conocer su estructura, qué actividades realizan, y sobre todo, saber qué se siente estar en una situación de emergencia y tener que actuar rápido.
Días antes había conseguido la autorización de Miguel Domínguez, comandante del Cuerpo de Bomberos así que no habría ningún problema y podría andar por la estación libremente. El único requisito que tendría que cumplir es el de llevar el uniforme completo y en caso de abordar alguna unidad, ya sea de rescate o ambulancia, cumplir con las precauciones necesarias.
En esta corporación hay dos guardias, la Guardia azul y la Guardia roja, ambas trabajan horarios de 24 por 24, es decir, trabajan un día y descansan otro alternándose una y otra. Elegí hacer mi visita un fin de semana en el que laboraba la Guardia azul, esa noche estaba a cargo como Jefe de Turno (JT) Miguel A. Vázquez Lara.
Ese día me levanté muy temprano. Limpié mis botas, busqué un pantalón negro y conseguí prestada una camisola para el uniforme. Tenía un poco de incertidumbre por lo que pasaría esa noche, no sabía a qué experiencias podría enfrentarme en este ambiente inexplorado y totalmente nuevo para mí.
Se dicen muchas cosas sobre los bomberos que son amables, solidarios y valientes; también tienen fama de coquetos y mujeriegos. Si algo es cierto, es que son dedicados y muy disciplinados. Siempre están haciendo “talacha”, practicando o estudiando. En sus horas libres ven películas, escuchan música o duermen un poco, aunque hay mucho trabajo siempre. Limpiar las unidades, verificar que se encuentren en perfecto estado y funcionamiento. Mantener la estación limpia y el equipo listo.
Ser Paramédico... un trabajo delicado
La tarde del sábado llegué a la Estación Central de Bomberos junto con Dulce Muñoz que es paramédico. Me registré en la hoja de voluntarios y me reporté con el Comandante y el JT en turno.
Dulce me mostró las instalaciones empezando por la Oficina de Protección Civil, el gimnasio, el cuarto de herramientas, el dormitorio de paramédicos hombres, el dormitorio de paramédicos mujeres, el dormitorio de bomberos, los baños, el comedor, el cuarto de radio, las oficinas del Comandante y del JT.
Después de conocer al personal de la guardia me instalé en el dormitorio de paramédicos. En ese momento la Ambulancia 5322, mejor conocida como “la 22”, se encontraba en servicio, así que no pude reportarme con el Jefe de Atención Prehospitalaria (ATP).
Para esta primera visita tenía contemplado conocer la división de paramédicos pues es el área más activa de la corporación. Ser paramecio es un trabajo delicado, pues te expones a muchas a situaciones difíciles. Puedes atender incendios, accidentes de tránsito, tiroteos, etc. Enfrentare a lesionados combativos, a familiares que te impiden que atiendas al paciente o que te amenazan. Sin duda, siempre arriesgas la vida.
Cuando arribó “la 22” a la estación el Jefe de ATP, Oscar Medina Aguirre, se dirigió a reportar novedades al JT y no puede hablar con él. Mientras tanto conocí a los paramédicos de la Guardia Azul, Celia Guadalupe López y Marco Antonio Gómez “Gufito” que regresaban de atender un 37P (golpeado).
Tuve que esperar un rato antes de conocer la ambulancia ya que después de cada servicio hay que limpiarla y ordenarla. Y aunque hay tres unidades, ese fin de semana sólo había una ambulancia en servicio, pues la 5313 se encontraba averiada y la 5312, de plano ya había dejado de funcionar.
Las recomendaciones necesarias
Durante mi estancia en la estación no hubo privilegios ni consideraciones especiales para mí. Como voluntaria tenía que cumplir con todas las responsabilidades del personal. Estar lista siempre para acudir al llamado de alarma en los casos precisos. Ya sabía que cuando la chicharra sonara tres veces, se trataba de un llamado específico para la ambulancia; cuando sanara cuatro veces, se presentaba una situación a la que responden la ambulancia y la unidad de rescate; y en caso de que sonara una sola vez de manera prolongada responderían todas las unidades, pues se trata de un incendio o emergencia mayor.
Las recomendaciones necesarias
Durante mi estancia en la estación no hubo privilegios ni consideraciones especiales para mí. Como voluntaria tenía que cumplir con todas las responsabilidades del personal. Estar lista siempre para acudir al llamado de alarma en los casos precisos. Ya sabía que cuando la chicharra sonara tres veces, se trataba de un llamado específico para la ambulancia; cuando sanara cuatro veces, se presentaba una situación a la que responden la ambulancia y la unidad de rescate; y en caso de que sonara una sola vez de manera prolongada responderían todas las unidades, pues se trata de un incendio o emergencia mayor.
Recibí las recomendaciones necesarias como usar equipo de protección personal durante los servicios (guantes, cubre bocas, cinturón de seguridad, etc.), descender de la ambulancia hasta que el operador me lo indicara y no tocar al lesionado. Además de otras explicaciones precisas sobre la ambulancia, la cual me mostraron detalladamente.
La noche pintaba larga, a las nueve de la noche salió el primer servicio. Sonaron cuatro timbrazos todos reaccionaron rápidamente. No estaba nerviosa, pero un pequeño incidente me hizo sentir un poco perturbada. No había hablado aún con el Jefe de ATP y no estaba al tanto de mi presencia. Él abordó la unidad junto con su copiloto, esperó que abordaran dos paramédicos y arrancó en código rojo, justo cuando yo terminaba de abordar por lo que resbalé y la puerta no alcanzó a cerrar. En menos de un segundo se detuvo y verifico la situación, y al verme bien siguió en marcha sin comentar nada. Fue un momento de tensión, todos me preguntaron si me encontraba bien varias veces, después nos mantuvimos en silencio hasta arribar a la ubicación del accidente.
Se trataba de un auto volcado en una barranca. Al lugar llegó CR (Cruz Roja), la Unidad de Rescate y la Ambulancia de Bomberos, además de unidades de la Policía Municipal. Al parecer era un auto que llevaba mucho tiempo allí, pero personal de rescate bajó a verificar la situación. Como al lugar arribó primero CR, nosotros tuvimos que retirarnos, ya que no pueden estar dos ambulancias atendiendo el mismo incidente. Poco después el Jefe de ATP comunicó por radio: “24 22 Central”, lo que significa: “arribando a la base central la unidad 22”. El Jefe de ATP se dirigió a reportar novedades, minutos después nos alcanzó en el dormitorio y nos llamó la atención por no avisarle que yo abordaría la ambulancia. La situación no paso a mayores.
Por ser cinco elementos presentes en la guardia se dividió el grupo en dos equipos, cada uno con un paramédico y un operador, los cuales se alternarían durante la noche. Yo iría a todos los servicios.
Poco después de las once de la noche sonó la alarma tres veces, yo me encontraba en el comedor así que corrí y aborde la ambulancia. Ese servicio estuvo a cargo de Oscar Medina y Dulce Muñoz, se trataba de un “37 C en 46” (un individuo lesionado por caída en estado etílico). Era un varón de 54 años de edad que se dirigía a su casa. Iba a bordo de su bicicleta cuando chocó con una piedra que se encontraba en medio de la calle, y la cual no vio debido a que no hay alumbrado público en esa zona. El diagnostico: traumatismo de la pirámide nasal con tres heridas cortantes a diferentes niveles. Se procedió a cohibir la hemorragia, asepsia de heridas y toma de signos vitales los cuales eran estables. Se encontraba consiente, orientado y respondió a todas las preguntas que se le hicieron. Fue llevado a la Clínica No. 70 de Ayotla donde no hubo problemas para su recepción.
Regresamos a central justo a la media noche y se me asignó un lugar para “dormir”. Quise comentar algunas cosas, pero mis compañeros se quedaron dormidos en cuanto tocaron su cama. No podía dormir, no sabía en qué momento tendría que levantarme. No me quité las botas ni el chaleco. Sólo me recosté y me cubrí con una frazada delgada. El silencio me hizo pensar en muchas cosas. El olor del dormitorio es muy peculiar, no es desagradable pero es extraño. Cerré los ojos por un rato para escuchar mejor los sonidos del ambiente. Trate de aguantarme la tos y evité moverme demasiado para no despertar a alguien.
Nunca había visto algo así…
Justo a la una de la maña sonó la chicharra cuatro veces. Me levante “como resorte” y llegue a la ambulancia antes que nadie. Se trataba de un “37 P en 46”, es decir, individuo golpeado en estado etílico. Se había adelantado la unidad de rescate para valorar la situación, pues el lesionado se encontraba en una zona de difícil acceso para la ambulancia. Esta vez Celia y “Gufito” estaban a cargo. Llegamos al punto señalado por los rescatistas para recibir al lesionado. La situación era crítica. Se trataba de un traumatismo facial y trauma craneoencefálico. Mario Alberto Pérez de 21 años, tenía ya tres días ingiriendo bebidas alcohólicas y fue golpeado por ocho individuos quienes lo apedrearon salvajemente.
Nunca había visto algo así…
Justo a la una de la maña sonó la chicharra cuatro veces. Me levante “como resorte” y llegue a la ambulancia antes que nadie. Se trataba de un “37 P en 46”, es decir, individuo golpeado en estado etílico. Se había adelantado la unidad de rescate para valorar la situación, pues el lesionado se encontraba en una zona de difícil acceso para la ambulancia. Esta vez Celia y “Gufito” estaban a cargo. Llegamos al punto señalado por los rescatistas para recibir al lesionado. La situación era crítica. Se trataba de un traumatismo facial y trauma craneoencefálico. Mario Alberto Pérez de 21 años, tenía ya tres días ingiriendo bebidas alcohólicas y fue golpeado por ocho individuos quienes lo apedrearon salvajemente.
Ya en la ambulancia se le “canalizó” con una solución intravenosa mixta. Debido a la gravedad de su estado sería transferido al Hospital General de la Perla en Ciudad Nezahualcoyotl. Se había considerado llevarlo al Hospital General de Balbuena, pero el lesionado no lo permitió porque según él en ese lugar matan a las personas.
La esposa estaba muy asustada, difícilmente tendría la mayoría de edad y no sabía qué hacer o decir. Yo me encontraba en la misma situación, así que intenté irme y sentarme en la parte delantera de la ambulancia para no estorbar. Celia me lo impidió: “No, tú me vas a ayudar… ponte los guantes”. Me dictó los datos del paciente y los signos vitales mientras revisaba si había otro tipo de lesiones además de las del rostro y cráneo. Después me dijo que limpiara la sangre del rostro con una gasa. Me dio un poco de miedo hacerlo, parecía que sus labios se desprenderían de su rostro y tenía el ojo derecho totalmente inflamado. En la frente tenía dos heridas, una de ellas de dos centímetros aproximadamente y en la cual Celia metió su dedo para medir la profundidad. Nunca había visto algo así, tan cerca.
Llegamos pronto al hospital y se intentó la recepción. Había otro lesionado con características similares a las de Mario Alberto, aunque menos delicado. También esperaba atención una chica que al parecer sufría de histeria conversiva y que no mostraba lesiones visibles. Mario Alberto se quejaba e intentaba quitarse el collarín y la araña que lo sujetaba a la camilla, le quitamos los inmovilizadotes cefálicos para que se calmara un poco. Lloraba y buscaba a su esposa. “No me quiero morir…” “me estoy ahogando…” “doctora no me dejes morir…” repetía infatigablemente.
Pasaron cerca de diez minutos en los que se buscó la recepción, la cual fue imposible, pues llegaron dos individuos heridos de bala. Uno de ellos en “Prioridad Uno” con hemorragia severa y en choque hipovolémico (con problemas para la irrigación adecuada de tejidos vitales). Así que casi todos los médicos de guardia estaban atendiendo este caso. Mario también era Prioridad Uno, sólo que su situación era menos aparatosa, así que decidimos buscar otra unidad médica.
Nos dirigimos al Hospital General “Dr. Gustavo Baz”. Minutos antes nos reportaron que no había recepción en varios de los hospitales del Estado de México y era probable que tuviéramos que buscar en el Distrito Federal. En el “Gustavo Baz” la situación era tranquila, en el área de urgencias había tres personas en situación estable cuando llegamos. El médico de guardia valoró a Mario y dudó en recibirlo porque no había traumatólogo. Después de unos minutos regresó con una orden de recepción, la cual no había firmado aún, y pidió unas radiografías. Eran las dos de la mañana y con tal de que recibieran a Mario hicimos todo lo que nos pidió el médico. No queríamos salir de nuevo en busca de otro hospital y andar paseando a Mario porque su estado podría deteriorarse.
La esposa no tenía dinero para pagar las radiografías, pero traía una “hoja de gratuidad” la cual permitió que le dieran el servicio. Tomaron varias radiografías y esperamos los resultados.
Hubo un momento en el que me quede sola con Mario, me hablaba y hacia preguntas, se quejaba, lloraba, buscaba a su esposa. Yo trataba de tranquilizarlo pero era inútil. De repente dijo que quería vomitar, justo en ese momento Gufito regresó y entre los dos lo pusimos de lado para que no se ahogara con el vómito. Fue terrible, pensé que no soportaría la situación y también yo vomitaría, pero me aguante. Alguien me dio una bandeja y fue necesario desengancharlo de la tabla rígida para que pudiera arrojar la sangre que se había tragado.
Tuve que limpiarle el rostro otra vez y mientras lo hacia me di cuenta que sus ojos eran verdes. Eso me hizo pensar en alguien, no deje de observarlo por unos segundos, pero continué limpiándolo. Se quedó quieto por un momento, todo estaba en silencio y otra vez estaba sola con él.
Tire las gasa y di un vistazo en los pasillos cuando me preguntó cómo me llamaba, que si era casada y tenía hijos. Me dijo que no quería morirse pues él tenía tres niños. Me miró nuevamente y dijo: “se ve que eres una buena persona… con un gran corazón…” Eso me hizo sonreír un poco, después comenzó a halagarme demasiado y me tomó la mano pidiéndome que no lo dejara morir... “Como si eso estuviera en mis manos”.
Su esposa regresó con las radiografías, el médico las analizó y decidió recibirlo. Se hizo la entrega correspondiente y se firmaron los oficios. El papeleo tardó unos minutos, eran ya las tres de la mañana. Antes de irme le desee suerte a Mario y a su esposa.
De camino a la ambulancia no dijimos ninguna palabra. La noche oscura y las calles solitarias de Nezahualcoyotl me hicerón sentir un poco incomoda, pero ya había pasado lo peor, no tenía nada que temer. Seguí recapacitando tantas cosas cuando volvíamos a la estación. A veces ocurren tantas situaciones que te hacen reflexionar y que te mueven fibras profundas en tu ser. No sé cómo logré salir entera de esta situación. Talvez por vanidad, pues no podría soportar que se burlaran de mí por no ser fuerte y valiente. Pero, creo que eso fue lo menos importante en lo que medité. Pensé en Mario, su esposa y sus hijos. Él es apenas un año menor que yo, ya tiene tres hijos y su trabajo no le da lo suficiente para vivir. Aún así se pasó tres días emborrachándose con sus amigos, lejos de su casa y su familia. No sabía si sus hijos estaban bien y si tenían para comer o no. No pensó en las consecuencias de sus actos. Y ahora estaba rogándole a la vida que le diera una oportunidad para poder verlos de nuevo.